miércoles, 19 de agosto de 2009

guerras

Después de una pelea/conflicto con alguien (con quién sea), no es exactamente un consuelo solamente saber que el otro estaba profundamente dormido y por eso no pudo comprenderme, ni saber que me rechazó por sus propios límites y conjeturas desesperadas… no me hace sentir seguro sobre mí mismo y mis juicios, sino todo lo contrario.
No me siento bien si simplemente sé que la gente rechaza sistemáticamente. Ni que la cultura discrimina y artificializa.

El triunfo sobre ese enemigo derrotado, que para un ego voraz puede resultar un alivio, en verdad no me hace sentir bien.

Sé o supongo que esa persona sigue estando confundida, que sigue sufriendo; para mi no resulta un éxito ser comparativamente más despierto o abierto de mente; podría darme un “beneficio” social que no sirve.
Nadie se puede mentir, la verdad se las arregla para salir siempre y de diversas formas...

[Hace varios años empecé a probar el dudar de toda certeza que tenga, para ponerla a prueba, y hace poco tomé la decisión -más o menos- conciente, de responsabilizarme de todo “mal” que internamente percibiera, sintiese o pensase.
Pero, tendencia de convertir en castigo ciertas evidencias.
Fue trabajar en una práctica –más o menos- conciente… una dirección, una actitud escéptica sobre lo que pienso estoy sintiendo o creyendo.
Dudar es algo mal visto culturalmente, algo que se evita mostrar... Elegí ya! Elegí algo mediocre o algo maligno, algo mentiroso o algo imposible. Algunas opciones positivas aparecen (muchas verdaderas claves para la última búsqueda), pero en lo cotidiano de la cultura terminan como promesas vacías... “subjetivas”… “consensuadas”… (a lo que me refiero es fundamentalmente a la elección interna sometida a todas las influencias y conflictos pasados no-resueltos con los que nos limitamos las posibilidades)
No estaba ahí la respuesta definitiva. Pero tampoco en la versión del cuestionar a la que me había habituado.
Creo que desde siempre había algo que no me cerraba… algo que faltaba… dudar sería cuestionar... Cuestionarme. Preguntarle a toda seguridad, toda certeza que tenga ¿por qué? ¿para qué? Todo lo que pienso con seguridad? Todo lo que temo? Todo lo que me justifico? Lo que creo pienso debo hacer ante alguna emoción o sentimiento?]

Darle vueltas a un asunto, probarse, razonando de todas maneras posibles los por qué yo tengo razón y no el otro, o por qué me equivoqué y qué fue lo que el otro vio en crudo de mí.

Si, tengo razón en todo, leí perfectamente el contexto situación y el otro no entendía nada. Gané. La verdad ganó (?).
No me alcanza, sigue la incomodidad.
Porque esa sensación de triunfo es una opción que creía diferente a elegir cargar con las faltas. Es más fácil a veces culpar… o incluso castigar al otro.
Porque no queremos saber “qué hicimos mal”, no queremos volver a rememorar/sentir todos los castigos que aprendimos a recibir “cuando hacíamos algo mal”.
Sentirme fracasado, derrotado, disminuido, decadente, creerme la falla que me es marcada y sobredimensionarla... no sería otra forma de "triunfo" adoptar ese rol?

Decidí pensar: qué tal si yo me había equivocado y actuado mal? que tal si realmente así de confundido yo estaba?
Si, hice todo mal, era claro para mí que esa persona sufría y sin embargo opté por guardar todo para mí, para protegerme, rechacé su presencia y me cerré ante su padecer... o los juzgué apuradamente como mejor me convenía ubicarme... me perdí, me comí lo que percibí/creí, me indigesté, y mi devolución fue así de negativa y limitada.
Sigo sin sentirme bien, parece peor.

Pensé los dos al mismo tiempo, mi juicio correcto, el juicio correcto del otro… los entendí más allá de alguna supuesta verdad externa a cada uno… la verdad era interna y cada uno gritaba la única verdad desde sus propios sentidos y lógicas, habiendola expresado desde la inconciencia… la voz de una verdad más allá de la no-conciencia que tengamos sobre esa parte “oculta”.
“Todos están equivocados, todos tienen razón”?

Es cuando empecé a entender qué estaba pasando por alto… en el “hacerme responsable” me cargué con culpas; no perdonaba mis propios errores (ni las injusticias ajenas). Todo lo que hice padecer a sabiendas de lo que era haber padecido. Y ahí entendí: así había sido en cualquier conflicto que tuve a lo largo de mi vida, por más que en alguno de esos episodios me haya llevado la idea de tener razón , estar bien, y/o recorrer el camino correcto… pero en lo más intimo sintiendo el sabor amargo detrás de esos “triunfos”, un sutil rol de victimario, verdugo, juez, discriminador, cómodo desdeñoso… por extensión, el rol de víctima, la inferioridad, la carga de la equivocación, que resonaban por oposición… miles de victimarios sobre la víctima… el victimario aplastando a miles de víctimas…
Incluso sin haber "rechazado" u "odiado", me podía quedar con la sensación de impotencia por no haber logrado, en apariencia, algo positivo por el bien de esa persona, y creí que la decisión errónea del otro era por mis fallas.

Descubrir que podía ser mi propio -gran- enemigo.
Pero ya no quiero más de esto...

Al final de cuentas son lo mismo. Interpretación simultánea. Una disfunción en la apreciación de la dualidad (??).

Entonces concibiendo esto puedo aceptar comprender y perdonar al “villano” que en todos los sentidos fui, mejor dicho, que creía haber sido… y mientras lo voy logrando, por mi propia integración acepto a las demás personas, “villanos externos”, entiendo sus padeceres y puedo perdonarlos. Y no tengo necesidad de sentirme atacado o discriminado, ni tampoco odiarlos o rechazarlos.
Esto último obviamente funciona desde la perspectiva de un universo mental íntimo, en el que las personas son personajes, huellas, a los que me apego deseo e idolatro, o que rechazo, odio y quiero ocultar… una sociedad a la que debo reconciliar…

domingo, 16 de agosto de 2009

(más fragmentos)

Por qué debo estar escribiendo esto? Muchas veces me puse a pensar en la inutilidad de las cosas… no por si mismas sino que la manera, sea cual sea, en la que me exprese o actúe sería limitada inconsistente y enferma, parcial… Porque tenía la perspectiva desesperanzadora de que eventualmente los conocimientos y nuevas perspectivas que puedo vislumbrar, terminarían perdiéndose en la estructura del aparato psíquico enfermo, terminarían formando parte de la constante tensión miedo dolor y apego… y por eso me resultaba inútil; todo conocimiento invalidado y pervertido, los términos o creencias convertidos en objetos de idolatría, y una “historia de éxitos y certezas”…

Sin embargo tampoco debo adoptar una actitud pasiva, es casi lo mismo al final, porque de todas formas la equivocación va a estar... no debería temer fallar o ser parcial, porque es obvio que aún estoy fragmentado.

Sigo avanzando.

Detrás de las palabras e imágenes, mi propia mente (enferma) es la que teje nudos dada la confusión; me identifico con esos límites y cargas, poseyendo el dolor como trofeo de justificación de mis miserias.

La enfermedad es una estructuración repetitiva a la que recurrimos como refugio de la verdadera crisis interna. Nos tensamos, nos contorsionamos, nos doblamos torcemos, nos inflamamos nos bloqueamos para contener, aguantar. Afirmamos la herramienta, negamos la independencia.

La verdad es que al menos podemos optar por tomarnos para bien los momentos de crisis, donde se vuelven explícitamente posibles demoliciones y liberaciones, actuales, presentes. No es el resultado, sino la actitud y voluntad en el ahora absoluto que debemos tener por sobre lo que pensemos percibamos o sintamos.

Luego de cada éxito y liberación tras un turbar del corazón, pueden ensombrecerse los descubrimientos o hazañas mentales... no debemos buscar desesperadamente la repetición de ese tipo de vivencias extremas, no debemos apegarnos a la abundancia de la liberación.

Y también podemos elegir pensarnos bien en los momentos posteriores a esos “picos de conciencia”…

Solo es cuestión de sentir y permitir revelárnoslo, aunque duela, porque eso también lo vamos a dejar/soltar. NO debería ser peligroso dentro nuestro reconocernos. No presupone tener que buscar las crisis/turbulencias/excitación/descontrol como representantes de la liberación, porque apenas son un síntoma, una expresión. Así un férreo control y represión también lo son.

No busco el caos, aunque este puede presentarse. No es descontrol, no es dejarse llevar como una hoja… tampoco es aferrarse ni forzar. Sino ver y entender por qué estoy llevando esta actitud. Por oposición a la perfecta actitud mental.

Es comprender lo que es el devenir y la multiplicación de la realidad o existencia (la abundancia), y por oposición comprender la división y degradación (muerte)… aceptar las dos.

Por todo esto, a diario puedo decidir estar con los “ojos abiertos” y si se presenta la “oportunidad” reconocer la paulatina saturación en el pensar, cómo alrededor de una certeza, o mejor dicho de una idea o emoción que considero “elevada”, construyo otra vez el mismo esquema rígido y basado en el miedo, dolor y frustración, que es lo que identifico erróneamente como parte de mi identidad. Me revela que aún continúan arraigados los mismos conflictos básicos. Y lo más evidente es que esa falsa seguridad ni siquiera alivia el padecer, sino que lo incrementa.

Es poder observar cómo el éxito y sus bondades puedo estar convirtiendo en una testaruda seguridad, observar como me idolatro a mi mismo por ser poseedor del logro… para reconocer los motivos que me llevan a turbarme y perderme... el reconocimiento supondría la disolución de esa idolatría y falsa seguridad, y por esto es posible experimentar desnudez y aparente vulnerabilidad, las cuales también debo observar tranquilamente para superar y disolver... porque nada más me fui al otro extremo, después de desenmascarar... de rey a indigente... no es para quedarme ahí cómodo y sentirme desgraciado o débil, haciendo otra vez de apenas un estado o sensación otra certeza parcial en la que me vuelvo a escudar, que uso como justificación de la incapacidad frente a los límites que me encuentro... esa inseguridad y miedo era precisamente lo que quería evitar y ocultar, y por lo cual desesperadamente buscaba armarme y solidificarme.

No tiene sentido seguir escapándose de uno mismo.