Por qué debo estar escribiendo esto? Muchas veces me puse a pensar en la inutilidad de las cosas… no por si mismas sino que la manera, sea cual sea, en la que me exprese o actúe sería limitada inconsistente y enferma, parcial… Porque tenía la perspectiva desesperanzadora de que eventualmente los conocimientos y nuevas perspectivas que puedo vislumbrar, terminarían perdiéndose en la estructura del aparato psíquico enfermo, terminarían formando parte de la constante tensión miedo dolor y apego… y por eso me resultaba inútil; todo conocimiento invalidado y pervertido, los términos o creencias convertidos en objetos de idolatría, y una “historia de éxitos y certezas”…
Sin embargo tampoco debo adoptar una actitud pasiva, es casi lo mismo al final, porque de todas formas la equivocación va a estar... no debería temer fallar o ser parcial, porque es obvio que aún estoy fragmentado.
Sigo avanzando.
Detrás de las palabras e imágenes, mi propia mente (enferma) es la que teje nudos dada la confusión; me identifico con esos límites y cargas, poseyendo el dolor como trofeo de justificación de mis miserias.
La enfermedad es una estructuración repetitiva a la que recurrimos como refugio de la verdadera crisis interna. Nos tensamos, nos contorsionamos, nos doblamos torcemos, nos inflamamos nos bloqueamos para contener, aguantar. Afirmamos la herramienta, negamos la independencia.
La verdad es que al menos podemos optar por tomarnos para bien los momentos de crisis, donde se vuelven explícitamente posibles demoliciones y liberaciones, actuales, presentes. No es el resultado, sino la actitud y voluntad en el ahora absoluto que debemos tener por sobre lo que pensemos percibamos o sintamos.
Luego de cada éxito y liberación tras un turbar del corazón, pueden ensombrecerse los descubrimientos o hazañas mentales... no debemos buscar desesperadamente la repetición de ese tipo de vivencias extremas, no debemos apegarnos a la abundancia de la liberación.
Y también podemos elegir pensarnos bien en los momentos posteriores a esos “picos de conciencia”…
Solo es cuestión de sentir y permitir revelárnoslo, aunque duela, porque eso también lo vamos a dejar/soltar. NO debería ser peligroso dentro nuestro reconocernos. No presupone tener que buscar las crisis/turbulencias/excitación/descontrol como representantes de la liberación, porque apenas son un síntoma, una expresión. Así un férreo control y represión también lo son.
No busco el caos, aunque este puede presentarse. No es descontrol, no es dejarse llevar como una hoja… tampoco es aferrarse ni forzar. Sino ver y entender por qué estoy llevando esta actitud. Por oposición a la perfecta actitud mental.
Es comprender lo que es el devenir y la multiplicación de la realidad o existencia (la abundancia), y por oposición comprender la división y degradación (muerte)… aceptar las dos.
Por todo esto, a diario puedo decidir estar con los “ojos abiertos” y si se presenta la “oportunidad” reconocer la paulatina saturación en el pensar, cómo alrededor de una certeza, o mejor dicho de una idea o emoción que considero “elevada”, construyo otra vez el mismo esquema rígido y basado en el miedo, dolor y frustración, que es lo que identifico erróneamente como parte de mi identidad. Me revela que aún continúan arraigados los mismos conflictos básicos. Y lo más evidente es que esa falsa seguridad ni siquiera alivia el padecer, sino que lo incrementa.
Es poder observar cómo el éxito y sus bondades puedo estar convirtiendo en una testaruda seguridad, observar como me idolatro a mi mismo por ser poseedor del logro… para reconocer los motivos que me llevan a turbarme y perderme... el reconocimiento supondría la disolución de esa idolatría y falsa seguridad, y por esto es posible experimentar desnudez y aparente vulnerabilidad, las cuales también debo observar tranquilamente para superar y disolver... porque nada más me fui al otro extremo, después de desenmascarar... de rey a indigente... no es para quedarme ahí cómodo y sentirme desgraciado o débil, haciendo otra vez de apenas un estado o sensación otra certeza parcial en la que me vuelvo a escudar, que uso como justificación de la incapacidad frente a los límites que me encuentro... esa inseguridad y miedo era precisamente lo que quería evitar y ocultar, y por lo cual desesperadamente buscaba armarme y solidificarme.
No tiene sentido seguir escapándose de uno mismo.
Sin embargo tampoco debo adoptar una actitud pasiva, es casi lo mismo al final, porque de todas formas la equivocación va a estar... no debería temer fallar o ser parcial, porque es obvio que aún estoy fragmentado.
Sigo avanzando.
Detrás de las palabras e imágenes, mi propia mente (enferma) es la que teje nudos dada la confusión; me identifico con esos límites y cargas, poseyendo el dolor como trofeo de justificación de mis miserias.
La enfermedad es una estructuración repetitiva a la que recurrimos como refugio de la verdadera crisis interna. Nos tensamos, nos contorsionamos, nos doblamos torcemos, nos inflamamos nos bloqueamos para contener, aguantar. Afirmamos la herramienta, negamos la independencia.
La verdad es que al menos podemos optar por tomarnos para bien los momentos de crisis, donde se vuelven explícitamente posibles demoliciones y liberaciones, actuales, presentes. No es el resultado, sino la actitud y voluntad en el ahora absoluto que debemos tener por sobre lo que pensemos percibamos o sintamos.
Luego de cada éxito y liberación tras un turbar del corazón, pueden ensombrecerse los descubrimientos o hazañas mentales... no debemos buscar desesperadamente la repetición de ese tipo de vivencias extremas, no debemos apegarnos a la abundancia de la liberación.
Y también podemos elegir pensarnos bien en los momentos posteriores a esos “picos de conciencia”…
Solo es cuestión de sentir y permitir revelárnoslo, aunque duela, porque eso también lo vamos a dejar/soltar. NO debería ser peligroso dentro nuestro reconocernos. No presupone tener que buscar las crisis/turbulencias/excitación/descontrol como representantes de la liberación, porque apenas son un síntoma, una expresión. Así un férreo control y represión también lo son.
No busco el caos, aunque este puede presentarse. No es descontrol, no es dejarse llevar como una hoja… tampoco es aferrarse ni forzar. Sino ver y entender por qué estoy llevando esta actitud. Por oposición a la perfecta actitud mental.
Es comprender lo que es el devenir y la multiplicación de la realidad o existencia (la abundancia), y por oposición comprender la división y degradación (muerte)… aceptar las dos.
Por todo esto, a diario puedo decidir estar con los “ojos abiertos” y si se presenta la “oportunidad” reconocer la paulatina saturación en el pensar, cómo alrededor de una certeza, o mejor dicho de una idea o emoción que considero “elevada”, construyo otra vez el mismo esquema rígido y basado en el miedo, dolor y frustración, que es lo que identifico erróneamente como parte de mi identidad. Me revela que aún continúan arraigados los mismos conflictos básicos. Y lo más evidente es que esa falsa seguridad ni siquiera alivia el padecer, sino que lo incrementa.
Es poder observar cómo el éxito y sus bondades puedo estar convirtiendo en una testaruda seguridad, observar como me idolatro a mi mismo por ser poseedor del logro… para reconocer los motivos que me llevan a turbarme y perderme... el reconocimiento supondría la disolución de esa idolatría y falsa seguridad, y por esto es posible experimentar desnudez y aparente vulnerabilidad, las cuales también debo observar tranquilamente para superar y disolver... porque nada más me fui al otro extremo, después de desenmascarar... de rey a indigente... no es para quedarme ahí cómodo y sentirme desgraciado o débil, haciendo otra vez de apenas un estado o sensación otra certeza parcial en la que me vuelvo a escudar, que uso como justificación de la incapacidad frente a los límites que me encuentro... esa inseguridad y miedo era precisamente lo que quería evitar y ocultar, y por lo cual desesperadamente buscaba armarme y solidificarme.
No tiene sentido seguir escapándose de uno mismo.
Te veo como a otra persona cuando escribís acá, o tal vez te empuje hacia un determinado lugar en el cuál solo puedo verte de determinada manera.
ResponderBorrarNo sé muy bien cómo practicar eso del desapego sin obligarme a sentirme mal. La pasé mal cuando lo practiqué en el pasado, cuando vos me empujaste a ello, y a pesar de que cambió las cosas, las llevó a otro lugar, un buen lugar, quedó aún hilando un hilito de fantasía que no puedo concretar. Estoy conciente de que abandoné el "tratamiento" antes de concluirlo, pero las conclusiones empezaron hace un tiempo a aterrarme..
Es como darse cuenta del vasto universo en el que está uno metido y tener miedo a "ser" mal.
Así es que tengo miedo a conocerte aún después de 3 años juntos.
Cierro los ojos y no veo cosas que son increíbles y van contra todo lo que puedo imaginar.
Es como, asumirlo y desaparecerlo.
Estoy desapareciendo, cuanto más me aferro.
Quiero al ari familiar, a ese lo quiero desde donde quiero estar. O algo así. Me obligas a crecer.
Sobrepasé las expectativas de mis padres hace un tiempo. Las tuyas a veces me parecen muy altas, pero no necesito tu ayuda para decepcionarme y presionarme. Creo estoy viviendo algo así como una segunda adolescencia con vos. El quedarse corta de perspectiva, por ejemplo me recuerda a eso. El escape, así tan crudo y directo, la conciencia sobre ello.
Tambien debe ser que te obligás a crecer, y en parte es lo que más admiro en este momento, pero más sufro mi adquirida insuficiencia.
No quiero cerrar de antemano, como estuve tendiendo a hacerlo las últimas semanas, meses (siempre aprendo algo después del suceso, cuando ya no me sirve para resolverlo, entonces es arrepentimiento y melancolía y represión, lo que siempre sentimos).
Siempre jugamos al mismo juego, a distintos niveles, es como esos juegos horrendos a los que nos acostumbramos a jugar en facebook, que siempre tienen más niveles y no te dan nada.
Pero te amo, quiero que pronto peguemos un salto o algo.
Y no es una conclusión es una dirección, un sentido.
Y te amo.
No puedo creer que me necesites
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