lunes, 25 de junio de 2012

Auto-observación de la institucionalización

De vez en cuando me encuentro como “por sorpresa”, usando compulsivamente algo que aprendí, alguna forma emocional, modo expresivo o estilo de razonamiento. Junto a esta compulsión, percibo creciente densidad y tensión, lejos de sentirla como realización conciente alguna. Ya no se da “por naturaleza” la satisfacción como la que en algún momento de intenso vislumbre obtuve. Sucede incluso antes de percatarme estar pretendiendo una cosa y viviendo otra muy diferente… Es un sistema de leyes auto-impuestas para tratar de invocar algún idealizado espíritu de realización. Es el típico vicio de perderse intentando reproducir la fórmula, el rito o momento de éxito pasado... cuando la verdadera ley es que todo lo material se degrada y cambia constantemente. Por apego al efecto y sensación, la fórmula se vuelve un fin vano. Y la búsqueda queda desvirtuada.

Es el típico oscilar de la bipolaridad. Puedo esforzar un estado mental culturado, trabajado. De repente, me veo apelando a la razón para articular lo vislumbrado con todo lo viejo que aún conservo. Practico rituales de toda clase, separados de los momentos "paganos". Me fragmento en ámbitos, contextos. En el mundo social, el mundo familiar, el mundo de las fantasías. Y entre estos, una especie de foraneidad. Conservo aquellas experiencias pasadas que convierto en conocimientos para poder seguir manteniendo cierto estilo de vida, o supervivencia. Lo que sea inconveniente para la estructura es ocultado, disfrazado, desfigurado. Sospecho una falta de perdón a mi mismo. Así como no perdono mis errores pasado, no perdono los que hoy sigo sosteniendo por no querer sincerarme conmigo mismo. Me comprometí con políticas corruptas, para escapar. Pero me endeudé. En definitiva, es una guerra conmigo mismo. Y por esto es que no puedo esperar de los demás lo que no tengo para mí. Es cuando resulta útil que ese yo víctima/victimario, complote consigo mismo, rechazando y/o atacando al otro tras un escudo de soberbia y frialdad selectiva, para proteger la estructura, sistema de creencias instituido o ilusión que con tanto sacrificio logré forjar (culto al dolor, debilidad, dependencia y fragmentación). Confundo quién es el otro realmente, y no lo perdono, endeudándome aún más.


El castigo llega inmediatamente. O quizás sea más preciso decir, que el inestable estado mental que tenga, es el castigo en sí mismo, y fuente de todos los males.
Lo que viene constantemente son los pensamientos, sensaciones, reacciones, conflictos y todo tipo de invenciones al respecto… gravitando alrededor de la misma fuente de miedo, sufrimiento, odio que con todos los artificios y mecanismos intento silenciar. Pero este no puede ser el principio de todo. No puede ser que seamos hijos del dolor, de la llaga abierta. No puede ser que el objetivo de la naturaleza humana sea el sufrimiento y voracidad. Algo está muy mal en esto.

[Estoy tratando de rastrear/descubrir las profundidades de todo esto que se llama el misterio de la vida (y la muerte). No es la existencia del miedo lo que importa, sino la ausencia de seguridad. No es la existencia del sufrimiento, sino la ausencia de paz y felicidad verdadera. No es el odio, sino la falta de aceptación, humildad y amor.]

El sufrimiento solo es la prueba de que algo está mal, es el alerta más evidente, así también el proceso cíclico, redundante y reiterativo. Es el propio potencial conciente del ser que soy, el que explicita lo incoherente, inconsistente y conflictivo del mundo interno que edifiqué, y que por extensión no me sirve para tramitar saludablemente todo lo que provenga de las sensaciones y mundo externo. Cuando vienen las crisis, las depresiones y todo tipo de estallidos o brotes (que muchas veces instituí como parte de mi "folklore" interno e imagen externa), es cuando rememoro que mi objetivo natural y primigenio era otro, y no esta cumbre del caos/represión. Pero antes, mientras las artificialidades parecían funcionar, la actitud era de soberbia (nada personal con nadie) y creciente rigidez mental.

Entre la crisis y posterior modo de relativa estabilidad que progresivamente va degenerando, el desmoronamiento de estructuras como síntoma es funcional a la búsqueda de una resolución al eterno conflicto: se pueden desanudar tensiones/fuerzas que usaba para sostener la estructura imperfecta, obteniendo energía libre de dicho proceso. Este es el punto del simple vislumbre. Colapsan mitologías, creencias. Pero de aquí en más, como ese “pico de conciencia” es relativo a la estructura, se extingue por si mismo. Y es aquí donde depende que haga con la experiencia vivida. Si la instituyo, si hago de ella un monumento, es sobre los restos en pie de la estructura, y desde ahí, utilizo la energía liberada para volver a fabricar artificios que me permitan seguir sustentando el estilo de vida al que me apegué… o, tomo la experiencia solo como esto, algo que fue y ya no es, dándole su lugar correcto (y no el de posesión), y prestando atención con especial énfasis a la motivación fundamental, es decir esa conciencia potencial, que soy yo mismo, creador de todo lo que conozco y concibo.

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